Creían que había muerto en 1994, pero falleció en la DANA en este pueblo valenciano: "¿Y si me crucé con él?"
Las hijas de Miguel jamás imaginaron que, después de haberlo dado por muerto en 1994, descubrirían en 2024 que su padre en realidad había estado vivo todos esos años y que su fallecimiento se produjo recientemente debido a la DANA que azotó Valencia. La noticia fue revelada en el programa de Ana Rosa Quintana, donde una de las hijas de Miguel compartió su asombro y conmoción al enterarse de la verdad.
“Un juez lo dio por fallecido, pero siempre quedaba ese gusanillo de decir… ¿Estará vivo?”, expresó una de las hijas en la entrevista. La incertidumbre sobre el paradero de su padre había sido una constante en sus vidas, aunque con el paso del tiempo se resignaron a la idea de que había muerto. Miguel desapareció en 1984 sin llevarse consigo ninguna pertenencia, ni siquiera su DNI. No realizó trámites administrativos, no tuvo actividad en bancos ni dejó rastro alguno en registros médicos. Debido a esta falta total de señales de vida, tras diez años de ausencia, un juez dictaminó su muerte legal en 1994.
La DANA que afectó a la Comunidad Valenciana en 2024 dejó un saldo de 227 fallecidos y numerosos daños materiales. Tras el desastre, los equipos de rescate encontraron un cadáver en un campo de naranjos en la localidad de Quart de Poblet. Durante las labores de identificación, los peritos forenses analizaron las huellas dactilares del fallecido y descubrieron que se trataba de Miguel, el hombre que había desaparecido hacía décadas.
La sorpresa de sus hijas fue absoluta al recibir la noticia de la Policía. “Nosotros pensábamos que había sido una equivocación. La última vez que se fue, ya no volvió más. Claro, es que como desde esa fecha no se supo nada de él…”, explicó una de ellas en el programa de Ana Rosa.
El misterio en torno a Miguel aumentó cuando se analizaron sus registros administrativos y bancarios. La última operación en su cuenta databa de 1980. Desde entonces, ni un solo movimiento, ni una sola consulta médica ni trámites de ningún tipo. “No tenía ni historia clínica. No solicitó la pensión de jubilación. Incluso, el DNI que se dejó en casa es de esos antiguos…”, relató su hija.
Su desaparición no solo dejó una gran incógnita en su familia, sino que también plantea preguntas sobre cómo alguien puede permanecer invisible durante tanto tiempo sin que se detecte su paradero. La única forma en la que las autoridades lograron identificarlo fue gracias a sus huellas dactilares. “Afortunadamente, tenía las huellas dactilares para identificarlo, que si no… ni nos enterábamos”, afirmó la hija de Miguel.
Según los informes, el cuerpo de Miguel fue hallado en Quart de Poblet, pero se sospecha que fue arrastrado desde otro punto debido a la fuerza del agua. La mayor incógnita para su familia es cómo pasó todos esos años sin intentar comunicarse con ellos. “Ahora resulta que estaba a cuatro horas y media de camino y no ha venido nunca a saber de sus hijas, pues como que estamos un poquito reacias hacia él“, reconoció su hija.
El impacto emocional del hallazgo es innegable. Una de sus hijas incluso reflexionó sobre la posibilidad de haberse cruzado con él en algún momento sin saberlo. “Yo estuve en Valencia hace cuatro o cinco años, que fuimos de vacaciones a Marina d’Or. ¿Quién no me dice a mí que no me lo crucé? Ya, por fin, se ha encontrado porque hay un cuerpo, con la triste finalidad de que está fallecido”, concluyó.
La historia de Miguel no es única en España. Existen numerosos casos de personas desaparecidas que, por diversas razones, no son halladas hasta años después. Según datos oficiales, en el país se registran más de 6.000 desapariciones sin resolver cada año. Muchas de ellas se deben a problemas de salud mental, conflictos familiares o decisiones personales de alejarse sin dejar rastro.
El caso de Miguel pone en evidencia la importancia de las huellas dactilares en la identificación de personas fallecidas. En situaciones como catástrofes naturales, accidentes o desapariciones prolongadas, este método resulta clave para reconocer cuerpos que de otro modo quedarían sin nombre. Por ello, las autoridades recomiendan mantener actualizados los registros dactilares y facilitar la identificación de personas desaparecidas mediante bases de datos nacionales.
La historia de Miguel es una muestra de cómo la vida puede dar giros inesperados y de la importancia de mantener viva la esperanza. Su familia pasó décadas sin saber qué había sido de él, y aunque el desenlace fue trágico, al menos lograron obtener respuestas. Este caso también evidencia la importancia de los procedimientos de identificación y la necesidad de mejorar los mecanismos de búsqueda para evitar que otras familias pasen por la misma incertidumbre.
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